lunes, 14 de abril de 2014

LA SEMANA SANTA

Para encontrar un antecedente remoto a las procesiones de Semana Santa habría que retroceder en el tiempo a la pagana Babilonia, tachada por las posteriores religiones monoteístas de “cuna de las idolatrías”.
Tal era la abundancia de procesiones y tan necesario un lugar adecuado para celebrarlas que Nabucodonosor II remodeló la ciudad para que su principal arteria, que pasó a llamar Avenida de las Procesiones, condicionara el trazado urbano.
Eran aquellas procesiones babilonias el antecedente de todas las que, desde entonces, ha organizado la humanidad, incluyendo las de la Semana Santa,
El particular desarrollo que han alcanzado en España los desfiles procesionales de Semana Santa, muy superior al de otros países de su entorno con culturas también emanadas del cristianismo se debe a la influencia que en su historia tuvieron el  judaísmo y el islamismo.
Ambas prohiben a sus creyentes fabricar, exhibir y menos aún reverenciar, representaciones humanas o de animales.
Así lo recoge la versión católica de la Biblia: “Entonces Dios pronunció estas palabras:Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar en esclavitud. No tendrás otros dioses delante de mí. No te harás imagen, ni ninguna semejanza de cosa que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra: No te inclinarás á ellas, ni las honrarás; porque yo soy Yahvé tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos, sobre los terceros y sobre los cuartos, á los que me aborrecen, Y que hago misericordia en millares á los que me aman, y guardan mis mandamientos.”(Exodo 20,1-6)Tumblr
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Las procesiones de Semana Santa en España, de las que la primera se localiza históricamente en Valladolid poco después de su reconquista en 1072, las aprovecharon para demostrar en público su sinceridad los sospechosos de seguir siendo privadamente judíos o musulmanes, pese a su pública conversión al cristianismo.
No es casual que fuera el siglo XV, tras la dejación por parte de la Corona en el  tribunal Eclesiástico de la Inquisición de la responsabilidad en la persecución de delitos de conciencia: paganismo, idolatría, cuando las procesiones de Semana Santa se extiendan por España.
Como tribunal eclesiástico, el de la Inquisición solo tenía atribuciones para enjuiciar a los que habían aceptado el cristianismo por el sacramento del Bautismo.
Pero los inquisidores persuadieron a la los reyes de que algunos de los que, por convicción o conveniencia se habían hecho bautizar, eran la mala influencia que inducía a muchos cristianos nuevos, sobre los que recaía la sospecha de que seguían fieles a sus viejas creencias, para seguir practicándolas en privado.
Entre las reglas religiosas comunes a judíos o musulmanes había algunas que, como las abluciones rituales, la ausencia de elementos decorativos de figuras humanas o de animales y la abstención de comer carne de cerdo, eran comportamientos instintivos de su cultura.
El cristiano viejo solía tener a gala su desprecio a la higiene corporal, invocar a Santos o a figuras religiosas y preferir la de cerdo a otras carnes como señales identitarias de su fé.
Para demostrar la sinceridad de su conversión, los judios y moriscos sustituyeron la carne de ovino y pollo de su dieta tradicional por la de cerdo. Así, la adafina judía evolucionó hasta el actual cocido.

Y la veneración a las figuras que representaban episodios de la Pasíon y Muerte de Jesucristo durante las procesiones de Semana Santa las usaron como demostración pública de la sinceridad de su conversión al Cristianismo.

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